Nos conocíamos de la escuela, cuando la vida era tan simple como compartir recreos y cruzar miradas. Éramos solo dos chicos creciendo en mundos distintos, sin imaginar que algún día nuestros caminos volverían a cruzarse.
La vida nos llevó por rumbos diferentes, con sus desafíos, aprendizajes y silencios. Pero el destino, sabio y paciente, nos dio una segunda oportunidad: diez años después, nos volvimos a encontrar.
No fue un cuento de hadas desde el principio. Atravesamos momentos difíciles, caídas, miedos, incertidumbres. Pero juntos elegimos quedarnos, sostenernos, construir. Y en esa elección diaria, sin promesas vacías, fuimos encontrando los buenos momentos: las risas, los abrazos que calman, los sueños que se sueñan de a dos. Luego vinieron viajes, muchas risas, una mudanza, momentos compartidos en familia y aventuras con amigos.
Hoy nos casamos para celebrar ese amor que supo esperar, crecer, sanar y florecer. Porque más allá del tiempo y las pruebas, elegimos amarnos. Y eso lo cambia todo.